19/02/2013
Hace una semana murió Jesús García, el padre de un amigo. Tuve el privilegio de poder verle un poco antes en el hospital, respirando autónomamente, aunque con ciertas dificultades, porque estaba ingresado por un foco de neumonía. También padecía Alzheimer desde hacía muchos años.
Y digo que fue un privilegio porque allí estaban junto a él su mujer, Irma, que lleva años cuidándole de modo esmerado, sus hijos con sus parejas, y algunos amigos de la familia. Se presentía que el final estaba cerca. Ya había recibido hace años la unción, y fue visitado ese día por tres sacerdotes. Tenía prendida una cruz en ese horrible camisón azul que se usa ahora con los enfermos, y una estampa de la Virgen en la mano. Murió rodeado de los suyos, de la gente que le quería y que él había querido. Y esa sí que es una muerte digna, deseable, casi envidiable. Continua llegint
Morir bien
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