“Vive tu vida hasta el final: aprópiate de tu muerte”!

La Contra de LA VANGUARDIA                         

Víctor – M. Amela   

Marc Antoni Broggi, cirujano y humanista                                               

Foto: Kim Manresa

Tengo 69 años. Nací y vivo en Barcelona. Soy cirujano, y presidente del Comité de Bioética de Catalunya. Estoy casado con Gloria. Tengo dos hijos, Carlota (41) y Oriol (39), y seis nietos. ¿Política? La más justa y solidaria. ¿Creencias? El cuidador debe adoptar las de su paciente.

 

¡Todo es vida!
Broggi lleva medio siglo operando, en ese filo del bisturí entre la vida y la muerte. Se inició de niño con su padre, Moisès Broggi, que tiene… ¡103 años! “Yo no viviré tanto: ¡he fumado mucho!”, me confiesa. Presidente del Comité de Bioètica de Catalunya, Broggi se empeña ahora en difundir entre la población en general la doctrina elaborada por el comité para que no quede sólo entre expertos y la comentemos en cenas y sobremesas: para que aprendamos a bien morir. Por eso publica Per una mort apropiada (Edicions 62), para ayudarnos a entender que la mejor muerte es esa que pone el broche a una vida vivida hasta el final. “Morir es inevitable, ¡pero morir mal no tiene por qué serlo!”, sentencia.


¿Hay una muerte apropiada, doctor?
Sí, si la humanizas y la haces tuya. También hay una muerte expropiada.
¿Qué quiere decir?
Tus familiares y médicos querrán expropiar tu muerte. Pero es tuya: que sea propia y apropiada. ¡Aprópiate de tu muerte!
¿Cómo querrán expropiar mi muerte?
Si te diagnostican una enfermedad terminal, tus familiares dirán a los médicos: “¡Hagan todo lo posible!”. Y los médicos lo harán, porque te verán como un reto médico.
¿Y esto es expropiatorio?
Sí: “Todo lo posible…”. ¿Es conveniente? ¿Compensa hacer tanto? ¿Eso humaniza o deshumaniza? La medicina ha avanzado más en los últimos 25 años que en los últimos 25 siglos: ¡hoy podemos hacer tantas cosas… que quizá sean demasiadas!
¿No vale la pena tanta actuación?
Ponlo todo en la balanza, razónalo, háblalo… y decide: se trata de tu calidad de vida, y al final está siempre la muerte, tu muerte.
Me asusta el sufrimiento.
Hoy disponemos de fármacos contra el dolor: no tiene sentido sufrir. El índice de uso de morfina en España es bajo, índice de baja atención al paciente terminal.
¿Qué aconseja a los médicos?
Hacemos demasiado para frenar la muerte y demasiado poco (y tarde) para evitar el sufrimiento. ¡Hagamos que el tramo final de la vida del paciente sea vivible!
¿Qué aconseja a los moribundos?
“No te olvides de vivir”, que dijo Goethe. Ved tan inevitable vuestra muerte… como la vida que os queda.
¿Cómo vivir si sé que voy a morir?
Reconcíliate con la vida: entiende que la vida estaba antes que tú y que seguirá sin ti.
Es duro.
Nos acostumbramos a vivir… y nos apegamos. Pero la vida no te necesita. Piénsalo.
Ya.
Y, a la vez, piensa que has colaborado con la vida, que has dejado huella, has aportado obras, hijos, emociones… que darán frutos.
¿Eso es balsámico?
¡Y perdónate! No te juzgues: hiciste lo mejor que pudiste y quédate contento.
¿Ayuda a bien morir ser creyente?
Ante la muerte, no he detectado gran diferencia entre creyentes y ateos.
¿Qué es lo importante para bien morir?
Sentirte acompañado, mirado, admirado: que haya alguien a tu lado que te vea de verdad. Y para eso suele ser mejor un amigo que un familiar.
¿Por qué un amigo?
A un familiar le cuesta verte: ve que no estarás en Navidad, ve el hueco que dejas…
¿Cómo puedo ayudar a un amigo moribundo?
Estando presente. No quieras hacer: ¡hay que estar! Se trata de saber estar: una mano, una mirada… Sé empático con él, no temas acercarte a él y defiende sus intereses.
Ayúdeme a preparar bien mi muerte.
Empieza por pensar que esta vida hay que dejarla en un momento u otro.
Vale.
Redacta un documento de voluntades anticipadas: tus valores, tus instrucciones médicas, designa a quién delegas decisiones si tú no puedes. ¡Eres ciudadano hasta el final!
¿Pido que me digan toda la verdad sobre mi diagnóstico, o mejor no?
Nada de mentiras. Pero, eso sí, que te modulen la verdad para que te sea útil.
Depende de la sensibilidad del médico.
La red sanitaria debe reflexionar sobre la calidad de la agonía. La mitad de la gente muere en hospitales. ¡Luchemos menos contra que el paciente muera y más porque muera bien! Hagamos que el entorno hospitalario sea más cálido, acogedor, íntimo…
¿Cuál es la buena práctica médica en este ámbito, según las tesis de la bioética?
Aceptar que la muerte llega y aligerar la llegada de la muerte.
¿Conoce alguna muerte ideal?
Rilke dijo: “Señor, da a cada uno su propia muerte”. Que tu muerte encaje en lo que ha sido tu vida. Como la de Sócrates… que me parece incluso demasiado perfecta.
Recuérdemela.
Condenado a morir con cicuta, convoca a sus amigos, charla con ellos, hace salir a los que lloran, bebe y se despide: “Parto hacia la muerte y vosotros hacia la vida: ¡sólo los dioses saben quién tendrá mejor suerte!”.
¿Cómo querría que fuese su muerte?
Sin dolor. Y comprendiendo que ha llegado el momento. Y despidiéndome de mi gente más cercana, y entendiendo que saldrán adelante. Como dijo Quevedo: “Que mi vida acabe y mi vivir ordene”.
Pero hay también muertes fulminantes y entonces no podrás ordenar nada.
Ya, y no sé si eso es mejor que el paciente sea autor, actor y director de la obra, como dijo el poeta Gil de Biedma en aquel verso.
Recuérdemelo.
“Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir es el único argumento de la obra”. Yo haría una pequeña corrección.
¿Cuál?
“Envejecer, disfrutar y morir”. Lo de “¡No te olvides de vivir!” de Goethe. Hasta el final, ¡todo es vida! Me impresionó un paciente amigo mío que, moribundo, sacó una botella de vino y me invitó a brindar…
Máteme bien esta entrevista, doctor.
Mientras puedas, procura que al morir puedas susurrarte esto: “He vivido”.

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