Del libro: El mundo amarillo de Albert Espinosa
Capítulo : Primer descubrimiento: “Las pérdidas son positivas”.
“Hazle una fiesta de despedida a la pierna. Invita a la gente que tenga que ver con tu pierna y despídela por todo lo alto. ¿No te apoyó durante toda una vida?, pues apóyala tú ahora que ella se marcha”.
Mi traumatólogo el día anterior a que me amputasen la pierna.
Las pérdidas son positivas. Sé que cuesta creer en ello, pero las pérdidas son positivas. Tenemos que aprender a perder. Debes saber que tarde o temprano todo lo que ganas lo perderás.
En el hospital nos enseñaban a aceptar la pérdida, pero no poniendo el énfasis en la palabra «aceptar», sino en «pérdida». Ya que aceptar es una cuestión de tiempo, perder es una cuestión de principios.
Hace años cuando alguien moría, sus familiares más cercanos pasaban un tiempo de duelo: vestían de negro, sufrían y no salían de casa. El duelo era una época para pensar en la pérdida, vivir para la pérdida.
Hemos pasado del duelo a la nada absoluta. Ahora se te muere alguien y en el tanatorio te dicen:
«Tienes que superarlo». Rompes con tu pareja y la gente quiere que en dos semanas salgas con otra persona. Pero ¿y el duelo? ¿Dónde queda el duelo, pensar en la pérdida, en lo que significa la pérdida?
El cáncer me quitó mucho: un pulmón, una pierna, parte del hígado, movilidad, experiencias, años de colegio… Pero quizá la pérdida más sentida fue la de la pierna; recuerdo que el día anterior a que me la amputasen mi médico me dijo: «Hazle una fiesta de despedida a la pierna. Invita a la gente que tenga que ver con tu pierna y despídela por todo lo alto. ¿No te apoyó durante toda una vida?, pues apóyala tú ahora que ella se marcha».
Tenía quince años y no organicé una fiesta de adolescente para perder la virginidad (como me habría gustado) sino una fiesta para perder la pierna. Recuerdo como si fuera hoy cuando llamé a gente relacionada con la pierna (me costó un poco, no era fácil entrarles). Después de dar muchas vueltas y hablar de mil cosas, les acababa diciendo: «Os invito a la fiesta de despedida de la pierna, no traigáis nada. Y si queréis podéis venir a pata». Me pareció importante añadir esta referencia a la pata para quitarle hierro al asunto. Sin duda alguien genial decidió dotarnos de humor, la salvación a todos nuestros conflictos… Un sentimiento extraño que nos permite darle la vuelta a todo, cuando y como deseemos.
A aquella fiesta tan curiosa invité a la gente relacionada con mi pierna: a un portero de fútbol al que le metí cuarenta y cinco goles en un partido (bueno, vale, le metí sólo uno, lo invité), a una chica con la que hacía piececillos bajo la mesa, a un tío con el que hacía excursionismo (por la cuestión de las agujetas, ya no se me ocurrían tantos invitados), y también invité a un amigo mío que tenía un perro que me mordió cuando yo tenía diez años. Lo peor es que el perro vino e intentó volver a morderme.
Fue una fiesta preciosa. Creo que la mejor que he organizado, y sin duda, la más original. Al principio la gente estaba cortada, pero poco a poco empezamos a hablar de la pierna. Todos contaron anécdotas relacionadas con ella. La tocaron por última vez. Fue una noche preciosa que jamás olvidaré.
Cuando la noche acababa y el día despuntaba, a pocas horas de entrar en el quirófano se me ocurrió el broche de oro: un último baile a dos piernas. Se lo pedí a una enfermera y me dijo que sí. Yo no tenía música pero mi compañero de habitación tenía muchos CD de Machín (era un fan de Machín, él mismo se autodenominaba el Manisero). Puse el CD que me prestó y sonó «Espérame en el cielo». No había canción más adecuada para ese momento, para ese final. La bailé diez o doce veces con aquella enfermera. Mis doce últimos bailes. ¡La bailé tantas veces! Sobre todo deseaba no escuchar nada, que
Machín mágicamente se fundiera con mi mente, que fuera un sonido repetitivo, una banda sonora que cubriera todo ese momento. ¿No te gusta ando la música se repite tantas y tantas veces que ya no es las palabras, los sonidos? Entonces esa música, esas palabras son como el viento, algo que está ahí, que notas, sientes pero que no necesitas escuchar, tan sólo sentir.
Al día siguiente me cortaron la pierna. Pero no estaba triste, pues me había despedido, había llorado, había reído. Había, sin saberlo, realizado mi primer duelo, había hablado sin tapujos de la pérdida y la había transformado en ganancia.
Me gusta pensar que no he perdido una pierna, he ganado un muñón y una fantástica lista de recuerdos relacionados con la pierna:
1. Una fiesta de despedida preciosa (¿cuánta gente puede presumir de haber tenido una fiesta tan chula?).
2. Recordar mis segundos primeros pasos (olvidas los primeros, pero jamás olvidas los segundos primeros pasos con tu pierna mecánica).
3. Y además, como enterré mi pierna soy de los pocos en este mundo que puede decir que tiene un pie en el cementerio, pero no en sentido figurado sino real. Siempre me da mucha risa pensar que soy de los afortunados que puede decirlo literalmente.
Sin duda, las pérdidas son positivas. Me lo enseñó el cáncer. Y eso es algo que puede trasladarse al mundo sin cáncer. Ya que cada día sufrimos pérdidas, algunas importantes que nos desilusionan, otras menores que nos inquietan. No son como perder un miembro, pero la técnica para superarlas es la misma que aprendí en el hospital.
Cuando pierdas, convéncete de que no pierdes, estás ganando la pérdida. Haz un duelo. Los pasos son…
1. Recréate en la pérdida, piensa en ella.
2. Sufre con ella. Invita a la gente que tenga que ver con pérdida, pídeles consejo.
3. Llora (los ojos son nuestros limpiaparabrisas privados públicos).
4. Busca la ganancia de la pérdida y tómate tu tiempo.
5. A los pocos días te sentirás mejor. Notarás lo que has ganado. Pero recuerda que puedes volver a perder esa sensación.
¿Funciona? Seguro. Yo jamás tuve fantasma. El fantasma es la sensación de notar la pierna cuando no la tienes, y creo que no tuve fantasma porque, sin saberlo, me despedí tan bien de la pierna que hasta el fantasma se fue.
El primer descubrimiento del mundo amarillo: Las pérdidas son positivas. Que nadie te convenza de lo contrario.
A veces las pérdidas serán pequeñas, otras veces las pérdidas serán grandes, pero si te acostumbras a entenderlas, a enfrentarte a ellas, al final te darás cuenta de que no existen como tal. Cualquier pérdida es una ganancia.”
“La vida de Albert Espinosa cambió cuando tenía 13 años de edad: le diagnosticaron un cáncer; con 14 años le amputaron la pierna izquierda, a los 16 le quitaron el pulmón izquierdo y a los 18 le extrajeron parte del hígado. Su enfermedad le enseñó que morir no es triste, que lo triste es no vivir.«Siempre me pareció interesante escribir un libro sobre lo que me enseñó el cáncer y cómo eso se puede aplicar a la vida diaria. Me pareció que ahí había un buen libro. Y eso es lo que os intentaré contar en “El mundo amarillo”. Este no es un libro de autoayuda, no creo mucho en la autoayuda. Es tan solo un libro donde recojo experiencias que me han servido.” Resumen FNAC.
Albert Espinosa ofrece una manera optimista de enfrentarse a la vida, que siempre viene bien y más todavía en estos tiempos que corren. Lo pasé muy bien leyendo este capítulo y luego todo el libro… ‘El mundo amarillo’. Muestra cómo darle la vuelta a las cosas “en principio negativas” de nuestra vida, para encontrar puntos positivos en cada “pérdida” en el sentido más amplio de la palabra y eso ¡sube mucho los ánimos!
He perdido de repente a mi padre, siento un vacio tremendo, una angustia, desesperación, pienso muchas cosas, si habrá sufrido, si habrá sentido miedo, …era un padre ejemplar, buen padre, buen esposo, gran ser humano. La persona más culta e inteligente que jamás he conocido. Lo echo de menos y no se como puedo acostumbrarme a vivir sin él y pensar que él lo haya perdido todo es lo que me es más preocupante. La vida es muy triste ahora para mi y no encuentro nada que me ilusione, no le encuentro sentido a todo esto. Mi madre está destrozada y ya es muy mayor. ¿Cómo puedo considerar una ganancia algo asi?
El duelo puede ser triste y puede ser largo, cada caso es único como las personas somos únicas, pero nunca podemos perder la esperanza, es lo que querría la persona amada que ya no está a nuestro lado, pero sí en nuestro corazón.
Un abrazo