Es una historia muy lejana, se remonta a cuando yo tenía siete años.
El día de Reyes, una fiesta que en aquel entonces, debido a que nos encontrábamos metidos en una guerra civil, no se celebraba, en mi casa sí que la celebrábamos, yo por la noche en el balcón ponía agua y paja para los Reyes y los camellos.
Los Reyes me dejaron, un piano pequeño y una muñeca cubana, yo reconozco que era muy inquieta y traviesa y me atrajo desde un principio el piano, quería saber de dónde salía la música y como no lo lograba, lo averigüe de un “zapatazo” con lo cual quedo el piano en mil pedazos. Me castigaron de lo lindo y me quitaron mi cubanita, no la encontré por ninguna parte. Lo que si logre fue saber por dónde salía la música del piano, era como un arpa que al tocar la tecla sonaba, pero mi cubanita no apareció aunque la busque y rebusque. Sin embargo mi cubanita al cabo de setenta y cinco años, apareció otra vez en mi vida.
Blas es un señor que cuidó a mi marido y ahora me cuida a mí, el es cubano y en el último viaje que hizo a su Cuba natal me trajo una muñeca y me dijo que era típica de su tierra. Cuál fue mi sorpresa al ver la muñeca ¡Oh! Mi cubanita, lloré mucho no tenía consuelo, la estreche contra mi pecho, diciendo ahora ya no te vas a marchar más de mi vida, hasta que la muerte nos separe, tu siempre estarás conmigo.
Fue un sentimiento que siempre estuvo conmigo y ahora debo explicar la segunda parte de esta historia.
Como bien sabéis tengo dos biznietos son unos soles, yo disfruto mucho cuando me los traen, voy viendo su evolución, con que mimo me tratan, un mimo que siempre he deseado y no he tenido, en fin son aguas pasadas, el presente para mi es inmejorable.
Pues bien, la Nuria con su zalamería me dijo al ver la muñequita “Besàvia que m’ha la dons” yo muy a mi pesar le dije que “no” porque era un recuerdo mío muy lejano, ahora sí, le prometí que algún día sería para ella y me comento, Besàvia cuando te vayas al cielo me la darás, yo con lágrimas en los ojos le dije que sí.
Para quitar importancia a mis lágrimas (soy muy fácil de lagrimeo) les dije a los dos: Bien biznietos ahora hay que bautizar y poner nombre a la cubanita, el niño Tete VI cogió la muñeca la miró, remiró por arriba y por debajo, (ver fotografía de la muñeca, tiene dos cabezas), la miras por arriba y su cara es negra y la miras por debajo, su cara es blanca. El niño volvió a mirar y remirar y me dijo “ja estan els noms Besàvia” una es dirà Clara i l’altre es dirà fosca (en castellano una Clara y la otra Oscura).
Bien ahora ya todos contentos y felices, cuando vienen a casa van y la saludan, su saludo es: “Hola cubanita”, está siempre presidiendo el salón.
“Viva la cubanita y la Besàvia”
Montserrat Rabassa
20.01.2014
Veus.. tot es repeteix. Quina emoçiö i quin escrit. Es una realitat i tū la has transformat amb conte.