Un padre de familia a quien conocí, me contaba:
Por San Jorge compro tres rosas: una para mi esposa, otra para mi hija pequeña y la tercera para un chico que padece una minusvalía psíquica desde su nacimiento. Se llama Narciso.
Nos encontramos en la calle. Le digo:
¡Buen día Narciso! ¡Hoy es San Jorge!
Él no puede hablar. Me contesta con sonidos guturales:
“Sí, sí”. Y le ofrezco una rosa.
Narciso empezó a dar saltos de alegría, como un niño pequeño. Con la rosa en la mano y dando brincos por las calles, la mostraba a todos cuantos encontraba que llevaran también en su mano una rosa.
El relato terminó así:
“Hoy he vivido una experiencia de ver a una persona contenta, feliz, tan sólo con una pequeña rosa.”
Los chicos y chicas de un colegio, de unos catorce años, quedaron sorprendidos de la reacción de Narciso, que consideraban disminuido psíquico, al ver y comprobar los sentimientos que tenía mostrando su rosa con gran contento y alegría.
El pequeño príncipe de Saint-Exupéry afirma:
« Los hombres cultivan cinco mil rosas en un jardín, y no encuentran lo que buscan… Los ojos son ciegos. Hay que mirar con el corazón.»
Mn. Josep María Alimbau