“Las clases me mantienen joven”
Montserrat Barbé Profesora de manualidades.
Carina Farreras La Vanguardia 20/05/2013
Imparte clases de diferentes técnicas artísticas dos días a la semana en un taller que ha acondicionado en su casa.
La mujer que acaba de abrir los dos cerrojos de la puerta de su casa, situada en una calle empinada del Putxet, de cuerpo menudo, cabello blanco y armoniosamente vestida, da la bienvenida, parlanchina y pizpireta, señalando las escaleras que conducen a la parte superior de la casa, donde está el taller en el que enseña técnicas artísticas.
“Es muy activa, ya verá”, había advertido la joven farmacéutica que la conoce y en cuyo establecimiento se exhiben algunas de sus obras. Se trata de
Montserrat Barbé, 89 años, madre de dos hijos, caminante, viajera, curiosa y, desde hace relativamente poco, unos diez años, profesora de manualidades.
La casa está dividida en dos plantas: la superior, en la que vive, y una a ras de entrada, que era la que ocupaba uno de sus hermanos, el pequeño de los seis varones que murió hace poco, tras cumplir los 92. “Murió joven si tenemos en cuenta que la esperanza de vida en mi familia se aproxima a los 96. Ya sólo quedo yo. Pero me veo bien. A menudo veo a señoras más jóvenes y digo, ‘pobre, cómo está ésta’”. La edad envejece el cuerpo no el espíritu. “Amis clases venía hasta hace poco una señora de 96 años que vivía en Vía Laietana. Llegaba en los FF.CC. a pesar de que tenía la línea del 17 que enlaza, de puerta a puerta, su casa y la mía, pero ella creía que perdía el tiempo. Ya no viene. Su hijo teme que tropiece en la calle. Una pena”.
La primera planta está dividida en dos: por un lado su estancia privada, que da al jardín; por otro, el taller, compuesto de una salita con una mesa y una alcoba donde guarda el material, impecablemente ordenado. “Estamos preparando Sant Jordi y cada señora –la veintena de alumnas son mujeres– elige cómo quiere hacer sus rosas”. Cerámica, cristal, madera, estaño, plata, piel, laca japonesa, pintura en seda… son las técnicas que enseña desde hace diez años cuando su marido, Alexander Marcet, debutó con alzheimer. “Fue un duro golpe saberlo. Pensé que si me quedaba en casa seguiría su camino. Y por esas cosas de la vida coincidió que la directora de un centro para las personas mayores de mi calle, aquien yo no conocía pero que había oído hablar de mí, me propuso dar clases. Yo no había trabajado nunca e ignoraba si sabría enseñar, pero vi la oportunidad que buscaba. Probemos, le dije. Y resultó que me gustó mucho y yo debí gustar también tre, había lista de espera para mis clases”. Hoy todavía llegan a su casa alumnas jóvenes de espíritu de lugares como La Garriga, Sant Feliu de Codines, Sant Pere de Ribes, Vilanova i la Geltrú… Al cerrar el Centre fueron ellas quienes la convencieron de continuar. “De nuevo vi otra oportunidad. Mi marido había fallecido y pensé que el hecho de tener obligaciones me mantendría joven, cosas como comprar el material justo para que no se estropee pero para que no falte, relacionarme con gente, mantenerme al día de la moda y viajar e inspirar Piñol (La Campana). “La novela histórica te hace vivir en un tiempo en el que no existías pero sí conoces el lugar y los restos de lo que te cuentan. Por eso he disfrutado con El pont dels jueus, L’hivern del món, La catedral del mar, o El metge”. Después, se va a dormir, actividad que interrumpe con el sonido de los despertadores.
Descubrió su afición por el arte tardíamente. A los 38 años perdió a un hijo nada más nacer y quedó sumida en una profunda tristeza. Una amiga, Mª Dolores Lázaro, le sugirió distraerse en ART Gràcia. Desde entonces no ha parado de formarse. Y sigue. “No me gusta encallarme porque ahora las cosas cambian rápido así que me apunto a cursillos”.
El pequeño jardín de la casa está espléndido, con tulipanes recién abiertos, plantas y árboles. Se nota el esmero en su cuidado. “Yo nací en esta casa que construyó mi abuelo, que tenía un tejar, un horno de ladrillos, en la encrucijada entre Craywinckel y República Argentina, donde ahora está la gasolinera. Y mi padre, que era jardinero, me transmitió el amor por las plantas”. El interior está decorado con sus piezas de madera, cristal y seda. Sobre la mesa del comedor, llama la atención una hermosa vasija de cerámica. “No es mía, es de mi hijo Jordi, que es un prestigioso ceramista de Vic”.
Su otro hijo, Roger, es historiador, director del Museu Marítim de Barcelona. La familia, pues, respira arte e historia. Bajo esos dos parámetros, Montserrat es capaz de describir la transformación del barrio desde sus primeros recuerdos, cuando la calle Balmes era una riera que se atravesaba por el puente de Castanyer, mientras el Ayuntamiento del pueblo de Sant Gervasi, con su prisión y su dispensario, ocupaba la plaza Joaquim Folgueras, donde ahora está el mercado municipal. El 8 de septiembre se engalanaba la plaza con una carpa para que la gente bailara poniendo fin al verano y se iniciaba el retorno a sus casas de los veraneantes de l’Eixample.
Recuerda las bombas que cayeron durante la Guerra Civil (una en el Putxet, otra en la calle Pintor Gimeno y la tercera, en la de Camp), el refugio al que acudían situado en el túnel del metro. Recuerda como su padre enterraba joyas en el jardín de casa pertenecientes a las torres cuyos jardines cuidaba. Se acuerda de dos monjas que ocultaron un tiempo. Y le viene a la memoria el hambre de la posguerra, terrible, pero que no impedía que la gente siguiera saliendo a la calle a tomar la fresca. Le entristece que tiraran preciosas casas gaudinianas que cita de memoria, como la de un médico de Mallorca… “Desde esta casa lo he visto todo. Aquí he pasado mi infancia y mi juventud.
Aquí enfermaron y murieron mis padres y mi marido, he criado a mis hijos, y he montado este taller. Y aquí espero morir, con la mayor salud posible. Porque es verdad que no hago todo lo que quiero pero voy adaptándome sin limitarme antes de tiempo. Y disfruto de mi familia, amigos, de las clases y del trabajo manual, que no tiene límites”.
Hola a totes!!!!
Em dic Marta Torruella i vaig fer un taller que es diu “Cuidat per a Cuidar” i em va encantar, arrel del curs, no vaig parar fins aconseguir un espai per a poder seguir-nos trobant, doncs aquelles classes em van anar tant be!! el vincle amb la gent va ser entranyable. Vam trobar local i vam seguir reunit-nos fins que hem iniciat una Agrupació : Agrupació de Cuidadors Familiars. Consulto molt l’ordinador i, al veure la vostra pàgina m’ha animat molt i entusiasmat!! Podem conèixer-nos? Res m’agrada mes que el que us dediqueu: cuidar per amor!!!! Si us plau digueu alguna cosa!!!! Moltes gràcies, molta sort, molt amor i molta pau!!!
Ens ha agradat molt que ens escrivissis, ara estem de vacances de reunions de La Colla Cuidadora, quant comenci el curs ens posarem en contacte per a conèixer-nos.