Las enfermedades mentales, y en especial el Alzhéimer, se viven y se padecen a menudo de manera sorda y anónima. Es un sufrimiento continuo y latente, que existe sin manifestarse, como la propia evolución del deterioro cognitivo, que en muchos casos evoluciona años antes de que lleguen los primeros síntomas. Las cifras hablan por sí solas: el aumento de los diferentes tipos de demencia son un problema no solo de orden médico o clínico sino que afectan al entorno más inmediato del enfermo y, en consecuencia, a la estructura social.
Por eso es tan importante la responsabilidad asumida por personas con carisma mediático, como Pasqual Maragall, para hacer frente a la enfermedad y a sus consecuencias. El impacto que produjo su confesión pública ha ido mucho más allá de la visualización del drama y ha evolucionado, a través de la labor que lleva a cabo la fundación que lleva su nombre, en tres aspectos fundamentales: el combate de la investigación científica para hallar respuestas y soluciones, curativas o paliativas; la voluntad de prevenir y de apuntar las posibles causas de la enfermedad y la posibilidad de padecerla en un futuro; y la solidaridad compartida con los familiares. A través de estudios de proyección internacional como el Alfa o el proyecto ‘Estrategias para la comunicación del riesgo de desarrollar el Alzheimer’, la Fundación Pasqual Maragall, con ayuda de otras instituciones, pone los fundamentos en la lucha contra el olvido
El Periódico, 11 abril 2016.