Hace unos días en la collacuidadora me dieron un libro que se llama “La memoria de l’ arbre”, intenté leerlo pero mi mala visión no me ha dejado acabarlo. Pero tan pronto como recupere mi vista, prometo leerlo.
El árbol me recuerda cuando yo era pequeña. En plena guerra civil, yo era feliz en Santa Coloma, tenía amigas, jugábamos y una cosa que recuerdo son los árboles con sus frutos, sus sombras que te calmaban del calor; yo abrazaba el tronco, parecía que me infundía fuerza. Es una costumbre que, cuando tengo ocasión sigo, me abrazo al árbol, le pido protección y, no es cuento, siento que me transmite energía.
Hace unos años en la calle Mallorca entre Aribau y Enrique Granados, había una distribuidora de películas “Metro-Goldwyn-Mayer” la derrocaron para hacer viviendas, pues bien, querrían arrancar el árbol que les impedía hacer la entrada del garaje, cuando vi lo que querían hacer me abracé al árbol (todavía está). Vinieron la Guardia Urbana y el arquitecto, me increparon, pero yo estaba protegiendo el árbol.
Ahora paso al lado y lo acaricio con la mano. Se salvó.
Pero bien mirado a los de Parques y Jardines tanto les da, dicen que son árboles enfermos (si miras la parte del tronco está sano) pero les estorba y allá va la sierra y pasado el tiempo ves que ha vuelto a brotar ya que las raíces no las quitan, porque el presupuesto no lo permite….
Hay dos cosas que deben hacer las personas, escribir un libro y plantar un árbol.
El árbol es fuente de vida.