Extracto del escrito de J.M. Alimbau en el “Full Dominical” de hoy.
El parque Steglitz de Berlín rezumaba vida en los albores del verano. Un regalo. A Franz Kafka le absorbía: como una esponja, viajaba con los ojos, arrebataba energías con el alma, perseguía sonrisas entre los árboles. Él también era uno más entre tantos, solitario. Aquel silencio… El llanto fuerte de una adolescente, convulso, repentino, le hizo detenerse. No había nadie. Estaba muy cerca de una muchacha que lloraba de pie, desconsolada, tan angustiada, tan triste, que parecía reunir en su rostro todos los pesares y las congojas del mundo. Kafka miró hacia todos lados. Nadie reparaba en la joven. Pasaban. Estaba sola…Tenían la oportunidad de ser y comportarse como el buen samaritano. Él se quedó sin saber qué hacer, como todos.
Si nos encontramos con alguien que vive solo, que sufre, llora, está angustiado…, hagamos un alto en el camino. Pongámonos a su lado y en silencio acompañémosle y ayudémosle. Repitamos lo que Jesús nos pide al final de la parábola del buen samaritano: “Haz tú lo mismo” (Lc 10,42).
Tenemos la oportunidad de ayudar en un sinfín de situaciones: hagámoslo!